28 de abril de 2010


27 abr 2010

La electrónica frente al papel

Por: Clemente Álvarez


¿Qué es mejor para el medio ambiente: utilizar una pantalla o el papel?


Lo cierto es que esta cuestión no está tan clara como puede parecer. Como asegura Félix Romero, de la organización ecologista WWF España, aunque lo más ecológico es lo que menos materiales consume, “no existen recetas únicas que valgan para todo”.

Comparemos primero las emisiones vinculadas a un libro de papel comprado en una librería y de un lector de libros electrónicos. Según un reciente estudio del Royal Institute of Technology de Suecia, para que compense la fabricación y uso de un e-book en este país escandinavo hay que leer en su pantalla(1) un mínimo de 33 obras digitalizadas de unas 360 páginas.

El principal impacto de un libro tradicional está en la producción del papel, y el del e-book en la fabricación del dispositivo, en el que se pueden descargar tantas obras como se quiera (o se encuentren), hasta que se convierta en basura electrónica. Según la investigadora sueca Asa Moberg, el que una opción genere más o menos CO2 que otra variará en función del apetito de lectura del usuario (y en esto resulta interesante el aprovechar esta misma pantalla de tinta electrónica para leer otras cosas que libros), pero también del medio de transporte utilizado para ir a la tienda a comprar cada obra de papel. Si se va en coche, la lectura de ese libro tendrá asociadas bastantes más emisiones de CO2.

La opción electrónica parece ventajosa ambientalmente sobre todo para un lector voraz o un profesional que tenga que manejar numerosas publicaciones. De acuerdo a otro estudio de 2009, éste realizado por la compañía californiana Cleantech Group, una persona acostumbrada a cambiar de libro varias veces al mes habrá compensado las mayores emisiones de la fabricación de un Kindle de Amazon en un año. A partir de entonces, tendría mucha importancia cuánto dure la vida de este dispositivo. Por cada año de más que se utilice se habrán dejado de lanzar a la atmósfera unos 168 kilos de CO2; el equivalente, según estos investigadores, a las emisiones generadas en la producción y distribución de 22,5 libros de papel en EEUU.

Entre 150 y 220 kilos de CO2 es también lo que se emite, según la industria papelera española (Aspapel), en la fabricación de todo el papel utilizado de media por un español a lo largo de un año (170 kilos de papel), lo que equivaldría a un viaje en coche de Madrid a Barcelona y vuelta a Madrid. Esto es lo que dice un informe lanzado de forma reciente por esta industria que cita diversos estudios, como el primero del Royal Institute of Technology de Suecia, para defender las supuestas ventajas ambientales del uso del papel frente a las nuevas tecnologías(2).

En esta misma publicación, la industria remite a un curioso lugar para exponer las bondades ambientales del papel: la Biblioteca Nacional de España. Según el sector papelero, si bien producir el papel genera CO2, los árboles también absorben una parte que queda retenido en este material. En concreto, el informe asegura que cada kilo de papel almacena en su interior 1,3 kilos de CO2. Y por ello estima que cada año más de 300 toneladas de CO2 que estaban en la atmósfera pasan a formar parte de la colección de la principal biblioteca española en forma de libros, carteles, cromos y todo tipo de impresiones con depósito legal.

Por supuesto, como recuerda Mónica Vidal, técnico de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), el destino final del papel no suele ser precisamente una biblioteca, ni siquiera para muchos libros. El incinerarlo o llevarlo a un vertedero supone liberar emisiones de CO2 y metano, y por eso resulta tan importante el reciclarlo, lo que permite seguir almacenando ese carbono, pero también evitar recurrir a nuevas materias primas. Con todo, el ejemplo de la Biblioteca Nacional resulta interesante para entender lo que supone almacenar este tipo de material, aunque habría que contabilizar también las emisiones de todos los camiones que llegan cada día a los muelles de esta institución en el Paseo de Recoletos y Alcalá de Henares, así como del enorme operativo de cientos de personas necesario para guardar y preservar todas estas toneladas de papel en sus cuatro grandes silos.

En cualquier caso, el impacto asociado a la lectura es mucho más que las emisiones de CO2. Hay que tener en cuenta la extracción de la materia prima, la contaminación producida durante la fase de producción y los efectos causados como residuo. Un trabajo anterior del Royal Institute of Technology de Suecia comparó el conjunto de los impactos ambientales de leer las noticias en un periódico impreso, en una web en el ordenador y en un e-book con tinta electrónica. La conclusión a la que llegó esta vez la investigadora Asa Moberg es que lo mejor para el medio ambiente es el libro electrónico. Y las diferencias entre un diario impreso en papel y otro en una pantalla de ordenador son bastante reducidas. Si en el primer caso el mayor impacto está de nuevo en la producción del papel, en el segundo la clave está en el consumo de energía y por ello depende en gran medida del tiempo que esté el ordenador encendido(3). Según este estudio, leer 10 minutos de noticias en un monitor en Europa contamina menos que en un diario de papel, pero los resultados son ya similares (siendo mayores o menores en función de la metodología empleada) cuando han transcurrido 20 minutos.

En esta comparativa tiene una gran importancia el tipo de centrales utilizadas en cada país para producir la electricidad. De hecho, el balance en emisiones de CO2 resulta claramente favorable para la pantalla de ordenador frente al papel en un país como Suecia con una destacada aportación de la energía hidroeléctrica. Y, en el caso del dispositivo de tinta electrónica, de nuevo la mejor opción, las mayores emisiones se producían en su fabricación en China, por las centrales eléctricas de carbón.

En cuanto a otro tipo de efectos, las noticias en una pantalla de ordenador mostraban los mayores impactos en toxicidad para el medio marino y para la salud de las personas (el trabajo considera que el aparato no va a ser reciclado sino incinerado). Por su parte, el diario impreso supone una mayor carga en toxicidad en ríos y en el medio terrestre.

Las conclusiones del trabajo sueco son similares también a las que llegaron en 2001 los investigadores suizos Inge Reichart y Roland Hischier, que estimaron que navegar 25 minutos por Internet o ver 1,5 horas de televisión tiene un impacto equiparable al de un periódico impreso. “En realidad es difícil decir qué es mejor; este es un estudio sobre los aspectos técnicos, pero no se consideran otras cuestiones como el interés de la información”, comenta Hischier, desde el Instituto Federal Suizo de Investigación y Prueba de Materiales y Tecnologías (EMPA). “Para comparar el periódico hemos utilizado el peso del papel, aunque en sus páginas hay publicidad e informaciones que no van a ser leídas. Sin embargo, en 25 minutos se pueden consultar en Internet muchos medios diferentes”.

Hischier alude en su trabajo a la investigación de otro colega, Zurkirch, que comprueba cómo a veces el correo electrónico puede tener un mayor impacto que mandar una carta por correo postal (influye mucho la distancia del lugar al que sea enviado y el tiempo empleado en el ordenador para redactar el mensaje). "Las ventajas ambientales del correo electrónico pueden esfumarse si la persona que lo recibe lo manda a la impresora para imprimirlo en papel", destaca el suizo.

Este es un buen ejemplo de cómo una opción en principio más ecológica puede no serlo por el uso que se le dé. Si uno imprime un correo electrónico o un documento adjunto en España, seguramente no se destruirá ningún bosque, como advierten al final algunos e-mails, pues según explica Romero, el papel del país procede de explotaciones de eucalipto y pinos "más parecidos a cultivos agrarios que a bosques". Sin embargo, sí se habrá sumado de golpe al impacto de los dos sistemas: el electrómico y el del papel.


(1) La pantalla de un e-book no tiene nada que ver con la de un ordenador. Estos dispositivos emplean una tecnología denominada tinta electrónica que consume mucha menos energía.

(2) Existen muy diversas estimaciones sobre el CO2 emitido por el papel a lo largo de todo su ciclo de vida en España. Depende mucho de cómo se calcula y quién lo calcule. Según Mónica Vidal, técnico de CeroCO2, una iniciativa de la Fundación Ecología y Desarrollo, un kilo de papel virgen que no se recicle supone emitir 2,9 kilos de CO2 y uno de papel reciclado 1,7 kilos de CO2. Según Iker Larrea, de Factor CO2, empresa que ha realizado un estudio para la industria papelera en el País Vasco, si se tienen en cuenta el uso de biomasa y cogeneración en las fábricas, el reciclado y el carbono almacenado en el propio papel, un kilo de esta materia supondría tan sólo 0,37 kilos de CO2 (aunque este estudio no puede ser consultado por periodistas).

(3) Se tienen en cuenta todos los impactos ambientales asociados a la difusión de las noticias, pero no a la elaboración de las informaciones por los periodistas, como es el caso de los viajes.


Sobre el autor

Clemente Álvarez (Madrid, 1973) es un periodista especializado en medio ambiente y ciencia. Colaborador de El País desde 2004, le entusiasma mezclar elementos de la ecología con reactivos de la energía y la economía, aunque la fórmula pueda resultar altamente inflamable.


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