4 de maio de 2010

Pedagogía / En la escuela primaria y secundaria

"Hay que enseñarles ciencia a los que no van a ser científicos"

Melina Furman y "Mariu" Podestá recibieron un premio al mejor libro de pedagogía"Hay que enseñarles ciencia a los que no van a  ser científicos"Melina Furman y María Eugenia de Podestá, autoras del libro premiado Foto: LA NACION / Fabián Marelli

Nora Bär
LA NACION

Una, Melina Furman, era bióloga y estaba dando sus primeros pasos en la investigación cuando se le ocurrió fundar (junto con Gabriel Gellon) Expedición Ciencia, un programa de campamentos para adolescentes que combina la aventura y la exploración científica.

Luego, también con Gellon, decidió armar un sitio de ciencia para chicos: Experimentar ( www.experimentar.gov.ar ). Y lo que ocurrió después fue un verdadero golpe de timón: se fue a Nueva York a hacer un doctorado en educación de la ciencia que la llevó a trabajar en escuelas de Harlem y del Bronx.

La otra, "Mariu" Podestá, era bioquímica y se había dedicado a la inmunología en el Conicet. Tras varios años de docencia en escuelas secundarias y en la universidad, decidió hacer una maestría en Gran Bretaña sobre mejora escolar. A su regreso al país, cuando ya investigaba en la Universidad de San Andrés sobre la escuela del futuro, llamó a Melina para implementar nuevas formas de enseñanza de las ciencias.

Ahora, uno de los frutos de esa colaboración creativa, La aventura de enseñar ciencias naturales (Editorial Aique, 2009), acaba de obtener el premio a la mejor obra de pedagogía práctica en la nueva edición de la Feria del Libro.

"Lo que nos gusta más es que no son sólo ideas bonitas que se nos ocurrieron, sino que están basadas en lo que de verdad funcionó tanto en todo tipo de escuelas", se entusiasma Podestá.

"Enseñar ciencias me encanta, pero a la vez siento que para los argentinos es socialmente trascendente -agrega Furman-. Hay algo del método científico, la importancia de analizar si las cosas tienen evidencia, por ejemplo, que nos vendría muy bien fortalecer."

Furman y Podestá explican que las entusiasmó la idea de tratar de sistematizar todo lo que venían probando en sus estudios y tender puentes entre lo que muestra la investigación y la práctica diaria en la escuela. "Muchos libros hablan de lo que hay que hacer, pero no del cómo", dice Furman.

La obra no da recetas, sino ideas y escenarios posibles, y explora formas de utilizarlos en el entrenamiento de los chicos y adolescentes en el pensamiento científico "para que desarrollen capacidades que les permitan tomar decisiones correctas y fundadas".

"Sobre todo nos interesa la ciencia para los que no van a ser científicos. Para los periodistas, los abogados, los políticos...", explica Furman

Para lograrlo, las investigadoras proponen clases más participativas, en las que lo que importa no es tanto un montón de fechas y datos incomprensibles, sino lograr que los chicos reflexionen sobre lo que ven y lo que hacen, sugieran hipótesis, traten de explicarlas y aprendan a argumentar.

"Entonces ocurre algo inesperado -cuenta Podestá-: de pronto, suele suceder que las maestras observan que el «alumno problema» se gana el reconocimiento de sus compañeros como «el científico» del grado."

"Muchas veces las docentes piensan que con ciertos alumnos no van a poder -dice Furman-. Nosotras tratamos de modificar eso y mostrarles que sí se puede, y se sorprenden de los resultados. No es un cambio desde el discurso, sino que empiezan a comprobar que de verdad pueden..."

Pero no sólo cambia la forma en que se dictan los temas, también lo hacen los métodos de evaluación: "Algo que tratamos de instalar entre los docentes es la mirada científica sobre su propia práctica -dice Furman-. ¿Cómo saben que los chicos entendieron? Esto que parece tan chiquito es hasta contracultural, es empezar a examinar la propia práctica en términos de evidencia, tratar de darse cuenta de si lo que uno está haciendo da resultado o no, y si no, por qué y qué hay que cambiar."

En la Argentina, gracias a diferentes programas, como el de Sangari Argentina, y los de Escuelas del Bicentenario y Escuelas para el Futuro, varios miles de chicos están experimentando ya con esta nueva visión de la enseñanza de las ciencias. " ¡Y les exigen otras cosas a los docentes! Demandan actividades más desafiantes, más interactivas", cuenta Podestá.

"Somos optimistas -afirma Furman-: vemos que todo esto «prende» enseguida por poco que uno le dé lugar de manera sistemática. Porque la propuesta no es que los docentes cambien toda su práctica de un día para el otro, sería impensable. No es borrón y cuenta nueva, sino empezar enriqueciendo lo que ya se hace, animarse a probar. Ahora el gran desafío es incorporarlo a las políticas públicas."

Y enseguida concluye: "Esto es recuperar la pasión por la tarea. Es volver a encender esa llamita que hizo que mucha gente eligiera el camino de la docencia. Lo importante es que los maestros sepan que la creatividad no pasa por inventar la pólvora todos los días, sino por tener el ojo entrenado para elegir buenas propuestas y adaptarlas a nuestros chicos".

PERFILES MELINA FURMAN

  • Profesión : investigadora en enseñanza de las ciencias

  • Edad: 34 años

  • Origen : Argentina

Es bióloga y doctora en Enseñanza de las Ciencias por la Universidad de Columbia. Fundadora de "Expedición Ciencia", coordinadora científica de Sangari, del equipo de Ciencias del Programa Escuelas del Bicentenario y del posgrado del mismo tema en Flacso.

MARIA EUGENIA DE PODESTA

  • Profesión: investigadora en enseñanza de las ciencias

  • Edad : 52 años

  • Origen: Argentina

Es licenciada en bioquímica, magister en Educación de la Universidad de Bath, profesora de la Universidad de San Andrés en la Escuela de Educación y coordinadora del área de Ciencias del Programa Escuelas del Bicentenario.

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