22 de julho de 2010

Una causa colectiva


Bernardo Kliksberg

En el siglo XXI, para competir en los mercados mundiales, se necesita tener una población bien educada que pueda generar y absorber conocimiento, ya que la producción está basada en conocimiento aplicado.

La educación es clave para el desarrollo de los países y las personas. En Estados Unidos, los que tienen una licenciatura cuentan con ingresos 74% mayores a los que sólo completan el secundario.

La educación es estratégica para múltiples áreas. Es el modo más efectivo para reducir el delito. En Estados Unidos se comprobó que un año más de estudios para desertores escolares reduce los asesinatos y asaltos en un 30%. Es clave para la salud. En América latina, las tasas de mortalidad infantil en hogares con madres con primaria incompleta duplican las de hogares cuyas madres finalizaron el secundario.

En una región como ésta, que sigue siendo la más desigual de todas, universalizar la educación de calidad es esencial. Las brechas en este campo actúan como reproductoras permanentes de desigualdades.

Por estas y otras razones, y por el hecho fundamental de que la educación es un fin en sí mismo, debería ser prioridad de las políticas públicas, y también de la sociedad civil y la empresa privada. Los países donde lo es generan círculos virtuosos.

En la región se necesita aumentar la inversión en educación, que, con avances, es cinco veces menor per cápita que la de los países avanzados, y mejorar la calidad en diversos planos. Entre ellos reforzar fuertemente la educación básica en ciencia y tecnología, en la que hay tanto por hacer.

¿Cómo lograrlo? El mayor apoyo que puede tener la educación en una democracia es la movilización de la sociedad. La ciudadanía en todas sus expresiones debe formar parte del debate educativo, defender la inversión en educación, bregar por políticas de mejora, y apoyar los cambios positivos.

La simple lamentación debe dar paso a la participación activa

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