29 de agosto de 2011

No es la tecnología, somos nosotros


Graciela Melgarejo

El título de hoy está "inspirado" en el de una columna del doctor en ciencias de la información José Luis Orihuela, colaborador del diario español ABC y creador del blogeCuaderno.com, en el que comparte "pistas, noticias y enlaces sobre los medios y la Red".
En el artículo "No es la tecnología, es la gente", Orihuela escribe que "posiblemente seamos los propios apóstoles de la tecnología los que debamos comenzar por rectificar un discurso que, en demasiadas ocasiones, se mueve entre lo mágico y lo mitológico a la hora de explicar el potencial de las herramientas que nos fascinan".
Hay una tendencia natural del ser humano a celebrar sus propios y más recientes logros, en particular los tecnológicos, en detrimento de los más antiguos. Uno de esos logros "antiguos" es el lenguaje; tal vez por esa razón, los más jóvenes (pero no únicamente ellos) se encogen de hombros ante las faltas de ortografía o de coordinación de tiempos verbales y de género y número, o los neologismos "bárbaros", como los hubiera llamado María Moliner. El lector Pablo Tanzer llama la atención sobre uno: "En la página 8 del suplemento Comercio Exterior del 9/8, en el artículo «Medidas de ida y vuelta» aparece una palabra, «retaliación», que, supongo, habrá sido una castellanización de un término inglés (retaliation) que significa ?represalia'". Efectivamente, en el Diccionario de la lengua española existe la entrada y está definida así: "retaliación . 1. f. Méx. y Ven. represalia (respuesta de castigo o venganza)".
Por eso el comentarista wonderfaller expresaba un deseo en la columna del lunes pasado: "Ojalá volvieran los correctores, no solamente para los periódicos, sino también para los que tipean horrores en los videographs de los programas de televisión".
Sin embargo, los errores o las confusiones suelen ser casi siempre los mismos. Un ejemplo: en su libro Defensa apasionada del idioma español (Punto de Lectura, 2001), el escritor y periodista español Alex Grijelmo (responsable del Libro de Estilo del diario español El País), transcribe el texto de un cartel que estaba colocado en el portal de su casa: "El servicio de T. V. Vía satélite, estará suspendido, alrededor de cuatro días, plazo estimado para la impermeabilización de la zona donde están ancladas las mismas. La comunidad de propietarios". Grijelmo se dedica después a "deshacer" el escrito, pero aquí lo que importa es el uso de "las mismas" (que en el texto transcripto ni siquiera tiene un antecedente), porque es muy común desde hace mucho tiempo.
En el Diccionario panhispánico de dudas , se aclara en mismo, -ma , tercera acepción: " 3. El adjetivo mismo puede sustantivarse, manteniendo los sentidos de identidad y de igualdad o semejanza que le son propios: «Sus ideas reformistas so lo cambian de posición, pero son las mismas» (Vitier Sol [Cuba 1975]). A pesar de su extensión en el lenguaje administrativo y periodístico, es innecesario y desaconsejable el empleo de mismo como mero elemento anafórico, esto es, como elemento vacío de sentido cuya única función es recuperar otro elemento del discurso ya mencionado; en estos casos, siempre puede sustituirse mismo por otros elementos más propiamente anafóricos, como los demostrativos, los posesivos o los pronombres personales; así, en «Criticó al término de la asamblea las irregularidades que se habían producido durante el desarrollo de la misma» (País [Esp.] 1.6.85), pudo haberse dichodurante el desarrollo de e sta o durante su desarrollo; en «Serían citados en la misma delegación a efecto de ampliar declaraciones y ratificar las mismas» (Excélsior [Méx.] 21.1.97), debería haberse dicho simplemente ratificarlas [?] A menudo, su simple supresión no provoca pérdida alguna de contenido; así, en «Este año llegaremos a un billón en exportaciones, pero el 70 por ciento de las mismas se centra en el mercado europeo» (Razón [Esp.] 18.12.01), pudo decirse, simplemente, el 70 por ciento se centra...".
No es la tecnología, entonces; somos nosotros.

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