9 de abril de 2012

Crack e pobreza alimentam crime



09/04/2012
 | Diário de Pernambuco | Brasil | PE



Maceió - Uma mistura de miséria e crack transformou Maceió na capital dos homicídios no Brasil, onde os que matam e morrem são, na maioria, jovens pobres, invisíveis para os turistas que lotam as praias paradisíacas da cidade.
A violência passa ao largo da orla, dominada por hotéis de luxo. "A violência que provoca homicídios está restrita aos cinturões de miséria", explicou Dario Cavalcante, secretário de segurança pública de Alagoas.
"Em sete anos, perdi cinco filhos. Foram mortos por amigos. Compraram droga, não pagaram as dívidas e morreram. O mais jovem tinha 18 anos e o mais velho, 23", disse Severino López, um vendedor de doces de 59 anos.
Em 31 de dezembro, um dos filhos de Claide Maria Souza também foi morto. Era viciado em crack e foi surpreendido roubando um mercado em Vila Brejal. "Um vigia o surpreendeu e o matou a pauladas. "Quem matou o meu filho morreu". Não foi por vingança minha. Tinha muitos inimigos, relatou.
As "dívidas do crack", que levam um viciado a perder a vida por menos de três dólares nas mãos de um traficante, são o combustível da violência que transformou Maceió na cidade do Brasil com a maior taxa de homicídios com relação à sua população: 109,9 por 100 mil habitantes em 2010.
"De 360 homicídios por ano, em 2000, passou a 1.025 em 2010, um crescimento de 184,7%", afirmou Julio Jacobo Waiselfisz, autor do Mapa da Violência 2012, elaborado pelo Instituto Sangari a partir do registro oficial de mortos.
O índice de homicídios em todo o Brasil é de 26,2 por 100.000 habitantes. Em Maceió, a violência se concentra em 15 favelas populosas, não poderia ser diferente. Vale destacar que várias são insalubres, onde vítimas e carrascos são igualmente pobres. Os moradores lembram que a vida se passava nas ruas antes de o crack aparecer, há menos de uma década A droga acelerou a violência e acabou com a traquilidade dos moradores de bem que vivem nas favelas.


Crack y pobreza alientan crimen en ciudad de Brasil

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AFP

Una mezcla de miseria y crack transformó a Maceió en la capital de los homicidios de Brasil, donde los que matan y mueren son en su mayoría jóvenes pobres, invisibles para los turistas que llenan sus playas paradisíacas.
Ubicada en el noreste de Brasil, Maceió, capital del empobrecido estado de Alagoas, cuenta con kilómetros de arena, mar turquesa y hoteles de lujo por donde los visitantes pasean a cualquier hora.
Aquí “las personas transitan con cartera y reloj en la mano. La violencia que provoca homicidios está restringida a los cinturones de miseria”, explicó Darío Cavalcante, máximo responsable de la seguridad pública de Alagoas.
En esos cinturones o favelas las historias no son de playa.
“En siete años perdí cinco hijos. Los mataron sus propios amigos. Compraron droga, no pagaron las deudas y murieron. El más joven tenía 18 años y el más viejo 23”, dijo Severino López, un vendedor de dulces de 59 años.
El 31 de diciembre, uno de los hijos de Claide Maria Souza también fue asesinado. Era un adicto al crack o pasta base de cocaína que fue sorprendido robando en el mercado de Vila Brejal.
“Un vigilante lo sorprendió y lo mató a palazos. Estuvo tres días en el hospital. El que mató a mi hijo murió. No fue por venganza mía. Tenía muchos enemigos”, relató.
Las “deudas del crack”, por las que un adicto puede perder la vida por menos de tres dólares a manos de un traficante, son el combustible de la violencia que convirtió a Maceió en la ciudad de Brasil con la mayor tasa de homicidios en relación a su población: 109.9 por cada 100,000 habitantes en el 2010.
Maceió tiene cerca de 1.1 millones de habitantes.
“De 360 homicidios por año, en 2000, se pasó a 1,025 en el 2010, un crecimiento del 184.7 por ciento”, afirmó Julio Jacobo Waiselfisz, autor del Mapa de la Violencia 2012 elaborado por el Instituto Sangari a partir del registro oficial de muertos.
El índice de homicidios en todo Brasil es de 26.2 por cada 100,000 habitantes.
En Maceió la violencia es un lugar: quince favelas populosas, varias insalubres, donde víctimas y verdugos son igualmente pobres. Aquí, recuerdan sus habitantes, la vida transcurría en las calles antes de que el crack apareciera hace menos de una década.
“Diferente de lo que el Estado dice, los niños no van a la calle a consumir droga. Ellos estaban en la calle y hasta allá llegó el crack. ¿Y para qué consumen? Para sentir placer”, explicó María da Graça Souza, directora de un centro infantil adonde llegan hijos de padres consumidores.
A diferencia de las favelas de Rio, los traficantes no ejercen dominio territorial, ni viven con evidentes lujos.
“Aquí se mata o se muere por diez reales ($5). El crimen no es una fuente de riqueza. Traficantes y consumidores se matan entre ellos. El que mata hoy muere mañana”, ilustró Cavalcante.
En Alagoas más del 50 por ciento de la población sobrevive por debajo de la línea de pobreza y un 25 por ciento es analfabeta, según el responsable. Después de Maranhao y Piauí, es el estado con peores índices sociales de Brasil, la sexta economía del mundo.
Si bien las razones para explicar la violencia en Maceió son muy variadas, hay un argumento compartido: el crack avivó la hoguera del crimen.
Este residuo de la cocaína, que en general ingresa por Bolivia y Perú, está detrás de los relatos de muerte en las favelas, y es justificación para la represión policial, no exenta de abusos o corrupción, que sólo el mes pasado costaron el puesto a cuatro uniformados.
En una incursión nocturna a Virgen de los Pobres, el teniente Washington —no quiso dar su apellido— ordena, requisa y muy pocas veces sonríe. Siempre al frente de sus hombres, su misión es la de interceptar a los traficantes y registrar a los adictos para que reciban ayuda médica.
“Si un usuario no paga una deuda con un traficante muere. Lo matan para aleccionar a los otros. El 80 por ciento de los homicidios están asociados al crack”, dijo.
Jóvenes de chancletas y pantalón corto actúan por reflejo cuando ven a los policías. Se llevan las manos a la cabeza, bajan la mirada y esperan, resignados, a que los esculquen con rudeza.
“Es lamentable que algunas de esas favelas estén conociendo al Estado a través de la policía. No conocieron al Estado previniendo, educando, dando salud”, dijo Ruth Vasconcelos, de la Universidad Federal de Alagoas y autora de varios estudios sobre la violencia en ese estado.

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