15 de abril de 2012

El devenir tribal violento de Latinoamérica POR JUAN GOYTISOLO


POR JUAN  GOYTISOLO , ESCRITOR ESPAÑOL


15/04/12
En mis anteriores visitas a Venezuela en la década de los sesenta, lo que atrajo más mi atención es el trayecto en autovía del aeropuerto de La Guaira a Caracas: una ascendente sucesión de curvas flanqueadas de montañas y lomas en las que jirones de brumas desdibujaban apenas las laderas cubiertas de chozas. Treinta años después, comprobé con melancolía la tenaz exactitud del recuerdo. Las casitas – los ranchos – se repetían de cerro en cerro. El cinturón de miseria que rodea la capital sigue siendo el mismo. Chozas y más chozas de madera vieja y hojalata, como si la modernidad y el progreso del país en los últimos 30 años, fruto de su renta petrolera, engendraran como fatal corolario unos barrios salvajes, sin plan ni organización algunos, creados por la acuciante necesidad de los campesinos sin techo, atraídos por el espejismo del éxito y prosperidad de la capital.
La masa de inmigrantes que ni el oro negro ni las actividades comerciales promovidas por la expansión de la ciudad podían absorber, estaban en el brete de improvisar sus propias leyes, independientemente de un Estado que, a falta de poder integrarlos en el orden social que encarna, les resultaba ajeno y hostil.
La lucha por la vida desembocaba inevitablemente en un escenario de violencia, alienación y marginalidad . Los cerros coloridos de los ranchitos, como las favelas brasileñas, se convirtieron así en reinecillos de Taifas, en zonas autárquicas e independientes del poder central.
Relector de Ibn Jaldún desde el comienzo de la llamada primavera árabe, me sorprendió gratamente el reciente ensayo del arabista Gabriel Martínez-Gros, especialista en el gran historiador medieval, publicado en la revista Esprit con el título de “L’Etat et ses tribus, ou le devenir tribal du monde” en el que extiende su análisis contrastado de las actuales zonas sedentarizadas y tribales del mundo árabe a Iberoamérica.
La dependencia de unas con otras articula los elementos contradictorios del progreso económico y de una violencia pandillera , originada por la marginación territorial y social, como las dos caras de una misma moneda: “ El nivel de criminalidad inaudito en la América Latina de hoy desborda la explicación por el paro y la pobreza , por lo demás en retroceso. Muestra lo que cualquier habitante de una metrópoli latinoamericana sabe por experiencia: existen barrios y suburbios en los que la autoridad del Estado ha desertado casi por completo y en donde reinan las nuevas tribus, de escasa rentabilidad, pobres y armadas”.
El auge económico de Iberoamérica no anda reñido con la exclusión y tribalización de grandes sectores de la población, ni con la división de esta entre el territorio productivo urbano y el que segrega , como contrapunto a su riqueza: el de los arrabales que la circundan con una excrecencia imposible de erradicar.
El fenómeno no se limita a Brasil y a los países de habla hispana y tiende a extenderse tanto en el mundo piadosamente llamado “en vías de desarrollo” como en el corazón de algunas capitales norteamericanas y europeas, pero en ningún caso la contraposición de la fuerza centrípeta del poder estatal a la centrífuga de lo expulsado a los márgenes se manifiesta de forma tan cruda como en Brasil, México o Venezuela.
Copyright El País, 2012.

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