9 de abril de 2012

Violencia y drogas, el desafío de las Américas



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Por Isabel Sánchez

La violencia desatada por los narcotraficantes y por el consumo de pasta base de cocaína en Latinoamérica plantean un enorme desafío este fin de semana en la Cumbre de las Américas, ante el fracaso de la guerra frontal contra las drogas impulsada por Estados Unidos.El presidente Barack Obama será recibido con un creciente reclamo de un debate internacional sobre nuevas estrategias contra el narcotráfico, incluida la polémica despenalización de la droga, puesta en agenda por Guatemala con el aval de Colombia, anfitrión de la reunión.
La cita en Cartagena será la oportunidad de recordar a Obama su promesa de un cambio en la relación con América Latina -desplazada por Asia en sus intereses-, en el tema que más interesa a esta región, según gobiernos y analistas.
Washington, que mantiene a varios países latinoamericanos en su lista “negra” del narcotráfico, ha condicionado ayudas a la erradicación de cultivos en Bolivia, Colombia y Perú -mayores productores de coca del mundo- y fomentado polémicas técnicas como la fumigación aérea.
Tras financiar desde hace una década el Plan Colombia, propugna una guerra frontal que se paga con miles de muertos en México y Centroamérica, por donde pasa el 90% de la cocaína que se consume en Estados Unidos.
Cuerpos decapitados aparecen en fosas clandestinas o hasta en la puerta de una escuela en México, en medio de la ofensiva antidrogas del gobierno de Felipe Calderón, que en un lustro deja unos 50.000 muertos.
Poderosos carteles mexicanos -como Los Zetas- desplazaron operaciones a Centroamérica y con las pandillas hicieron de la empobrecida región la más violenta del mundo según la ONU, con 40 homicidios por cada 100.000 habitantes, cinco veces la media mundial.
Washington presenta a Colombia como éxito de su estrategia. Pero en ciudades como Cali se libra una cruenta lucha entre pequeños y medianos grupos, herederos de los grandes cárteles de los años 80.
Los narcotraficantes aumentan día a día sus operaciones de lavado de dinero en la región, abren mercados internos y pagan en cocaína a quienes distribuyen y transportan la droga.
“El consumo de cocaína se ha generalizado en casi toda América Latina y el Caribe. Ya no es una droga solamente exportada hacia el norte”, dijo hace poco Francisco Cumsille, del Observatorio Interamericano sobre Drogas de la OEA.
Los jóvenes pobres se están matando por el crack -o pasta base de la cocaína- como en la ciudad brasileña de Maceió, donde un adicto puede morir por menos de tres dólares a manos de un traficante.
Según el organismo de la OEA, la mitad de consumidores de cocaína en el mundo vive en América, segundo continente más violento del planeta, con 16 asesinatos -uno menos que Africa- por cada 100.000 habitantes, de acuerdo con el estudio de homicidios de la ONU de 2011.
“¿Será que ésta es la realidad que nos tocó y no hay ninguna otra solución a las drogas o será que hay otra y nos hemos cerrado a ver otra posibilidad?”, cuestionó la canciller colombiana, María Ángela Holguín, en vísperas de la cumbre.
La sorpresiva propuesta de despenalizar la droga lanzada en febrero por el presidente de Guatemala, Otto Pérez, enfrenta rechazos, pero llevó a sus colegas centroamericanos a hablar de alternativas a la guerra antinarco y a alzar la voz para reclamar a Estados Unidos que asuma su responsabilidad como mayor consumidor de cocaína del mundo.
Washington se opone frontalmente a la despenalización y en las últimas semanas desplegó una ofensiva diplomática en el istmo, encabezada por el vicepresidente Joe Biden, que según Pérez logró dividir a la región.
“Tenemos que ser capaces de hacer propuestas, no podemos estar agachando la cabeza”, dijo Pérez al acusar a Estados Unidos de boicotear en marzo una cumbre centroamericana que iba a debatir su iniciativa para llevar una postura común a Cartagena.
Pero se multiplican las voces que piden una reforma de la política antidroga. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se dijo dispuesto a considerar la despenalización si existe un consenso global.
Figuras como los ex presidentes César Gaviria (Colombia), Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo y Vicente Fox (México), empujan a los gobiernos a un diálogo que rompa el status quo.
“Debe haber (en Cartagena) una conversación que ponga todas las opciones sobre la mesa, abierta y honesta, que lleve a la elaboración de nuevas estrategias. Podría ser el primer paso real hacia” una nueva relación de ‘sociedad' entre Estados Unidos y América Latina, opinó la ONG Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
Pese a la violencia que desborda su frontera sur y a que exige resultados, Estados Unidos reduce la ayuda antidroga en América Latina arguyendo limitación de presupuesto.
La baja que propuso el gobierno de Obama para el año fiscal 2013 afecta sobre todo a México (de 248,5 millones de dólares en 2012 a 199 millones) y a Centroamérica (de 100 a 86,2 millones).
En abismal contraste, Washington ha dedicado a la guerra en Afganistán unos 444.000 millones de dólares en diez años y 770.000 millones de dólares desde 2003 a las operaciones en Irak.
“Pasarle el sombrero a Estados Unidos por plata no va a resultar, y además no estamos en sus principales preocupaciones. Es América Latina la que debe buscar otras vías”, comentó a AFP el experto costarricense en seguridad, Álvaro Ramos.
Mientras las fuerzas de seguridad latinoamericanas carecen de entrenamiento y equipo, los cárteles tienen aviones, lanchas, barcos y hasta submarinos, que descargan en México y Centroamérica la droga que luego sigue por tierra a Estados Unidos.
“Sólo en la Mosquitia (Caribe hondureño) hay unas 20 pistas clandestinas. Nadie quiere trabajar esperando que caigan del cielo los fardos de cocaína”, dijo a la AFP Ángel Zúñiga, subdirector de Servicios Especiales de Investigación de la Policía de Honduras.
Apenas 33% de la droga que es detectada en Centroamérica y México logra ser incautada por la falta de recursos, según el jefe del Comando Sur estadounidense, general Douglas Fraser. “Simplemente no hay capacidad”, admitió.
En tanto, la metástasis del narcotráfico avanza rápido, infiltrando instituciones de los Estados, en un explosivo cóctel al que se suma la pobreza del 30% (174 millones) de latinoamericanos.

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