24 de junho de 2012

La destitución de Lugo plantea un profundo dilema a Latinoamérica


"Ha sido un un golpe de Estado, un golpe parlamentario", dice Lugo

El expresidente paraguayo medita presentarse a las elecciones del año que viene

Ecuador, Bolivia y Venezuela no reconocen al nuevo jefe de Estado

La destitución de Fernando Lugo bajo un juicio político celebrado en el Senado el pasado viernes ha situado en un dilema a la comunidad internacional. Ni siquiera Lugo cuestionó que el juicio político está contemplado en la Constitución vigente desde 1992. Lo que sí interpretó como inconstitucional fue el reglamento con el que se desarrolló ese juicio y que solo le dejó un margen de apenas 24 horas para preparar su defensa. “Esto no ha sido un golpe”, ha dicho Federico Franco, hasta ahora vicepresidente del Partido Radical Liberal Auténtico (PRLA), que en la misma noche del viernes juró como presidente. Franco solo reconoció que el proceso se había realizado “un poquito aprisa”.
El exmandatario ha asegurado, por su parte, que no abandonará el país y que no teme por su integridad física, por lo que residirá en su domicilio particular, situado en la localidad de Lambaré. "Yo tengo un sentimiento de serenidad, de tranquilidad. Mantengo esta sana serenidad para entender lo que pasa y pedir coraje para poder cambiar y sabiduría para entender, saber hacer una lectura serena y política de lo que ha ocurrido en nuestro país", ha declarado a los periodistas que le esperaban en las inmediaciones de su domicilio, informa Europa Press. En este sentido, Lugo ha reiterado que su destitución fue "sin duda un golpe de Estado, un golpe parlamentario, un golpe a la ciudadanía y a la democracia".

Ahora, los miembros de Unasur deberán debatir qué medidas comerciales adoptarán con un país cuyo máximo dirigente no es reconocido como tal por la mayoría de sus vecinos. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, declaró ayer que sólo reconocerá al Gobierno paraguayo que resulte elegido en 2013, en unos comicios “transparentes” y “democráticos”. En ese sentido se expresó también desde Bolivia Evo Morales. En Venezuela, Hugo Chávez, se refirió al juicio como “un golpe de Estado”, “igual al que le hicieron” en junio de 2009 al entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya y al que “trataron de hacer” en Venezuela en 2001. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, ha ido más lejos y, tras señalar que “no va a convalidar el golpe de Estado”,
 ordenó la retirada del embajador argentino destinado en Asunción. Y Brasil, después de condenar la destitución, ha llamado a consultas a su embajador en Asunción y ha anunciado que evaluará junto con sus socios del Mercosur y del Unasur las medidas para hacer frente a la "ruptura del orden democrático" en Paraguay. El Gobierno de Uruguay ha emulado a Brasil y Argentina, y también ha llamado a consultas a su embajador, Enrique Fischer, según informa Europa Press. El sábado también se pronunció la Organización de los Estados Americanos (OEA). Su secretario general, José Miguel Insulza calificó la salida de Lugo de "juicio sumario" y dijo que "aunque formalmente apegado a la ley, no parece cumplir con todos los preceptos legales del derecho a la legítima defensa".Los ministros de Exteriores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) viajaron el viernes a Asunción para tratar de convencer a los congresistas paraguayos de que demorasen el proceso. Pero todo fue en vano. El miércoles la Cámara de diputados había aprobado enviar al Senado un libelo acusatorio y al día siguiente el Senado, convertido en tribunal, dictaminó su destitución con 39 votos a favor, cuatro en contra y dos ausencias.

"Legitimidad es tener la aprobación de la mayoría de la población"
José Rodríguez, líder campesino de la Liga Nacional de Carperos
Según informan medios locales, Lugo medita presentarse a las elecciones generales del próximo año, después de que el Senado paraguayo aprobara su destitución. "Cambiaremos de nuevo la historia con la ciudadanía democráticamente que creemos que esta mayoría que hemos tenido en el 2008 se va a volver a repetir" en 2013, ha esgrimido Lugo. "Tengo la posibilidad y creemos que es posible", ha apostillado.
Los seguidores de Lugo en Paraguay, entre quienes se encuentra el líder campesino de la Liga Nacional de Carperos, José Rodríguez, lo tienen muy claro: “Ante lo legal y lo legítimo, lo principal es que los actos que afectan a toda una nación tengan legitimidad. Y legitimidad es tener la aprobación de la mayoría de la población”. Con ese argumento, solo habría que tener en cuenta el resultado de las urnas que llevó a Lugo a la presidencia en 2008. Porque si se considera solo el número de personas que se congregó ayer en la plaza de Armas, el resultado sería muy pobre para Lugo.
Ante los posibles altercados que se podían producir tras la destitución de Lugo, el Ejército había apostado francotiradores en los edificios más altos de la Plaza de Armas. Pero finalmente, apenas se produjeron actos de violencia. Pocas horas después, el nuevo presidente liberal nombraba ya a los responsables de varios ministerios. Arrancaban así en Paraguay los preparativos para la campaña presidencial de abril de 2013. Esa campaña, según diversos analistas, fue el verdadero causante del juicio político contra Lugo. Aunque la causa oficial fue la muerte de seis policías y 11 campesinos en el desalojo de una finca el pasado 15 de junio, la mayoría de las fuentes consultadas indican que el verdadero motivo era el de controlar bien los resortes del poder durante la campaña y en la noche de las elecciones.
El propio Fernando Lugo declaró el jueves al canal venezolano Telesur que el verdadero promotor de su destitución fue el candidato del Partido Colorado Horacio Cartes. “Hay indicios serios y claros de que él [Horacio Cartes] está detrás [del juicio político]. Sabe que su candidatura no está prendiendo, no está creciendo”, dijo Lugo.
Cartes había aparecido en los papeles hechos públicos por Wikileaks vinculado al narcotráfico. El Departamento de Estado de EE UU le investigó en el marco de una operación denominada Corazón de Piedra, relacionada con el lavado de dinero. Su pasado es un secreto a voces en Paraguay. Él negó todas las acusaciones y ahora es el gran favorito para ganar las presidenciales de 2013. Mientras tanto, Federico Franco ejercerá de presidente. Aunque los países vecinos le nieguen la legitimidad.


Casi todo quedó por hacer

Las alianzas con los partidos tradicionales, que llevaron al poder al exobispo, también maniataron su gestión. La reforma agraria nunca se llevó a cabo


Lugo puso a Paraguay en el mapa. Pero el país apenas volvió a salir en el mapa cada vez que Lugo reconocía la paternidad de algún hijo ilegítimo. El primero se conoció en 2009 y el segundo a principios de este mes. Ambos fueron concebidos cuando ejercía de obispo. Eso apenas incidió en la opinión pública de una nación que desde la guerra de la Triple Alianza (1865-1870), donde Paraguay sufrió una diezma enorme de varones, se volvió muy permisiva con las paternidades ilegítimas, incluso con las atribuidas a clérigos. El problema era que su poder se asentaba sobre una base de barro.
El antiguo obispo había ganado con el 40,82% de los votos y una ventaja de diez puntos sobre la candidata de los colorados. Pero solo era la cabeza visible de una Alianza Patriótica para el Cambio (APC) formada por nueve partidos y más de 20 organizaciones sociales en la que los eternos rivales de los colorados, el Partido Radical Liberal Auténtico (PRLA), aportaba más del 60% de los votos. Hubo un liberal que se veía con más derecho que Lugo a ser presidente. Se llamaba Federico Franco. Aunque Franco aspiraba a lo máximo, se tuvo que conformar con la vicepresidencia. Su relación con Lugo siempre fue tirante y a veces nula. Por eso, cuando el Partido Colorado le ofreció el cuchillo del juicio político no dudó en agarrarlo. El resultado de la Cámara de Diputados que aprobó plantear el juicio con 76 votos a favor y solo uno en contra, y el del Senado, donde se falló la condena de la destitución con 39 votos a favor y cuatro en contra, puso de relieve la debilidad con que Lugo había gobernando.
“En realidad, los colorados siempre estuvieron ahí. Cada vez que había que aprobar una ley más o menos importante, Lugo negociaba la concesión de algún ministerio o un cargo importante para miembros del Partido Colorado”, indica Óscar Rodríguez, profesor de Economía en la Universidad Católica de Asunción y miembro del Frente Guazú, la organización liderada por Lugo.
Cuatro años después, el 80% de las tierras fértiles siguen en manos del 2% de la población. Sus seguidores estiman que los enemigos de Lugo eran demasiado poderosos. Una vez presenciada la algarabía indisimulada con la que los principales medios del país acogieron la destitución, lo que parece milagroso es que se mantuviera en el poder hasta ahora. Ese milagro solo se explica asumiendo que los intereses de los terratenientes nunca se vieron verdaderamente comprometidos. Lugo no fue un Hugo Chávez ni una Cristina Fernández, ni siquiera pudo ser un Lula da Silva. No solo no expropió, sino que apenas pudo incrementar los impuestos a los principales productores de soja.
A pesar de todo, implantó un sistema de salud que facilitó medicina gratuita a buena parte de la población. También concedió subsidios para más de 20.000 familias que viven en la extrema pobreza y llevó el desayuno y el almuerzo gratuito a las escuelas públicas. “Dejó sembrada una cultura política que nunca se había visto en este país”, señala el sociólogo José Carlos Rodríguez, colaborador del Gobierno. “Antes nadie se atrevía a declararse de izquierdas. Y la homosexualidad era un tabú terrible. Con Lugo se sabía que había un viceministro gay, y no pasaba nada. Apoyó los movimientos de los sindicatos, los campesinos y las mujeres como nunca antes se hizo. Eso ha quedado ahí”.

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