18 de agosto de 2012

Las Pussy Riot son condenadas a dos años de prisión por ‘gamberrismo’


La dureza de la sentencia de dos años de cárcel contra las Pussy Riot por una canción irreverente y crítica muestra el auge de la intolerancia y el nacionalismo


FOTO: KERIM OKTEN (EFE) / VÍDEO: ATLAS
La dureza con la que una jueza de Moscú ha castigado el viernes a tres integrantes del grupo Pussy Riot —dos años de cárcel por un breve espectáculo irreverente en la catedral de Cristo Redentor— muestra que la corriente de intolerancia y nacionalismo está en alza en Rusia. Para los sectores liberales que se han solidarizado con María Aliójina, Yekaterina Samutsévich y Nadia Tolokónnikova, la sentencia de prisión por “gamberrismo” impuesta a todas ellas revela una alianza entre las autoridades políticas y los sectores conservadores que se aglutinan en torno a la Iglesia Ortodoxa. Rusia es formalmente un Estado laico, pero la Ortodoxia se ve a sí misma —y es vista también desde el Kremlin— como uno de los pilares que sustentan la integridad nacional.
Marina Sirova, la magistrada del proceso, no traicionó su fama de implacable: en toda su carrera, solo una vez dictó veredicto absolutorio. Diferentes cuerpos de Seguridad, desde la policía dependiente del Ministerio del Interior a la policía judicial, pasando por las tropas especiales (OMON), participaron en un enorme despliegue ante el juzgado del distrito de Jamovniki de Moscú y trataron de impedir a centenares de personas —periodistas, intelectuales y políticos incluidos— acercarse a menos de 300 metros del juzgado. Con mejor o peor suerte, activistas de oposición e intelectuales acudieron a expresar su protesta. Algunos, como el abogado y blogero Alexéi Navalni, consiguieron asistir al proceso. Otros, como el ex campeón mundial de ajedrez, Gari Kaspárov, o el líder del Frente de Izquierdas, Serguéi Udaltsov, fueron llevados en volandas por la policía en dirección a dos autobuses especialmente dispuestos para confinar a los más protestones.

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“Hoy es uno de los días más importantes de la historia de la Rusia moderna, porque podemos ver los primeros presos políticos de esta etapa”, dijo Kaspárov poco antes de ser detenido. “Cualquier sentencia condenatoria contra las Pussy Riot significa que Rusia abandona el espacio jurídico civilizado”. “Todos comprendemos la importancia de lo que en principio parecía una performance insignificante en la catedral de Cristo Redentor y que nos muestra la naturaleza represiva del régimen”, afirmó. Preguntado por el papel que atribuía a la Iglesia Ortodoxa en el juicio, Kaspárov opinó que esta institución es “una sección del KGB”. “Es evidente que las autoridades han tomado el rumbo de la ilegalidad y más tarde o más temprano provocarán alguna situación que generará grandes protestas en el interior y el exterior del país. Así que este caso tan insignificante es como un espejo en el que se reflejan todos los vicios del poder de Putin”, afirmó Kasparov.
“Se trata de una medida para intimidar, una más entre otras, como la nueva legislación que restringe los mítines, convierte en “espías” a las Organizaciones No Gubernamentales financiadas desde el extranjero y las previsibles duras sentencias que se dictarán contra los que participaron en las protestas contra Putin el 6 de mayo”, manifestó Vladímir Rizhkov, que fue vicejefe de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento) y hoy es un político de la oposición.
Mientras en los reunidos en la calle gritaban “¡Vergüenza!”, o “¡Libertad para Pussy Riot!”, en la sala donde culminaba el proceso, la juez Marina Sirova leyó durante varias horas la sentencia en la que daba la razón a los testigos de cargo, todos ellos cristianos ortodoxos que se consideran ofendidos por la actuación de las Pussy Riot. De forma paradójica, Sirova invalidó la argumentación de las acusadas, en el sentido de que su actuación fue política, precisamente porque no llegaron a mencionar el nombre de Putin. Otra cosa es el montaje de vídeo donde, sobre un telón de fondo eclesiástico, las Pussy Riot cantan el texto entero de su canción en la que pedían a la Madre de Dios que echara a Putin del poder. El contexto de la actuación del 21 de febrero era la campaña para las elecciones presidenciales de principios de marzo, a las que Putin concurría.



Mark Feiguín, uno de los abogados de las Pussy Riot, manifestó que la sentencia “tiene serias irregularidades” entre ellas “citas y hechos falsos” y la atribuyó “a una decisión de Putin”. “El proceso ha sido una falsa y refleja que la ilegalidad y la falta de procedimiento jurídico se ha convertido en una norma”, sentenció. “Las autoridades se han mostrado sordas a la voz de la sociedad. Esto ha sido una venganza, aunque mucha gente en todo el mundo ha expresado su posición cívica”, dijo Feiguin. “Recurriremos, pero estoy seguro de que no cambiarán la sentencia. Acudiremos al Consejo de Europa”. El abogado advirtió de que las Pussy Riot “corren peligro” en la cárcel a la que serán enviadas: “El castigo en una institución penitenciaria es un peligro real para la vida y la salud de nuestras defendidas y hay que entender que las autoridades tal vez no quieran garantizar su seguridad”.
Por su parte, Stanislav Samusévich, el padre de Yekaterina, dijo que estaba dispuesto a apoyar moralmente a su hija y a visitarla, tanto si la envían al penal femenino de la región de Moscú o a la región de Mordovia. Samusévich, un ingeniero electrónico de profesión, manifestó que hay que distinguir entre la “cultura ortodoxa”, en la que dijo insertarse, y la Iglesia Ortodoxa rusa, que es, según él, “una secta autoritaria y burocrática”. La jerarquía ortodoxa rusa pidió clemencia para las condenadas en un comunicado difundido anoche.
Desde el otoño pasado, la sociedad de Rusia vive una fase dinámica. Cada vez son más los que protestan contra el sistema que representa Putin. Sin embargo, no están estructurados ni tienen capacidad hoy para cambiar el orden vigente. Putin sigue gozando de gran popularidad en comparación con los políticos occidentales, aunque los rusos le apoyan ahora menos que en el pasado. Una encuesta del centro Levada realizada a mediados de agosto indica que el 48% de los ciudadanos tienen una opinión positiva de Putin y un 25%, negativa (en mayo pasado la relación era de 60% a 21%).


“Todos somos Pussy Riot”

ROSA PASCUAL Madrid 
Las tres jóvenes se convierten en un fenómeno mediático con su rezo punk. El vídeo tiene dos millones de visitas





La condena al grupo punk desata una oleada mundial de protestas

Artistas e intelectuales se solidarizan con las integrantes de la banda

Las Pussy Riot —que el 21 de febrero pasado montaron un espectáculo anticlerical en la catedral moscovita de Cristo Redentor al interpretar el rezo punk Madre de Dios, líbranos de Putin— han contado con el apoyo de personajes famosos del mundo del espectáculo y de la cultura y de activistas en diferentes partes del mundo.
El exbeatle Paul McCartney ha sido el último en sumarse a la lista de figuras solidarias, que incluye a Madonna —quien en su reciente concierto en Moscú cantó Like a virgin con una máscara como las que usaron las tres jóvenes en su show en la catedral, y en su espalda se podía leer Pussy Riot, escrito en negro—, Sting, Patty Smith, Red Hot Chili Peppers, Faith no More, Yoko Ono, la viuda de John Lennon y otros.
McCartney publicó en su página web una carta dirigida a las integrantes del grupo, en la que escribe: “Queridas Nadia, Katia y Masha, escribo para apoyaros en este momento difícil. Quiero que sepáis que espero que las autoridades rusas observen el principio de libertad de expresión para todos los ciudadanos de vuestro país y no os castiguen por vuestra protesta”. El famoso músico británico afirmó defender la libertad de expresión. Tras pedir a las Pussy Riot que “sean fuertes”, McCartney asegura: “Yo y muchos otros como yo creemos en la libertad de expresión y haremos todo lo que podamos para apoyaros a vosotras y a vuestras manifestaciones artísticas”.
Varias organizaciones rusas de defensa de los derechos humanos, así como Amnistía Internacional, consideran a las Pussy Riot presas de conciencia. Las tres chicas permanecían en prisión preventiva desde marzo. A pesar de las muestras de solidaridad en el extranjero y en Rusia, en el país son muchos también los que consideran que las Pussy Riot han cometido una ofensa grave contra la religión y que debían ser castigadas. Los que así piensan son, ante todo, los miembros de organizaciones ortodoxas y nacionalistas.
Entre los ciudadanos rusos que apoyan a las Pussy Riot, se encuentra el escritor Grigori Chjartishvili, que firma sus novelas con el seudónimo de Borís Akunin y había exhortado a acudir al juzgado Jamóvniki en solidaridad con las Pussy Riot.
En varias ciudades europeas, entre ellas Barcelona —donde se bailaron y cantaron temas de la formación punk rusa ante el templo de la Sagrada Damilia— grupos de personas se manifestaron contra la condena.
El proceso contra las Pussy Riot comenzó a finales de julio con la ausencia de dos acusados: el grupo que hizo la performance en la famosa catedral ortodoxa de Moscú estaba integrado por cinco personas, pero la policía logró identificar y detener solo a tres: María Aliójina, de 24 años; Yekaterina Samutsévich, de 30, y Nadia Tolokónnikova, de 22. Por mucho que los investigadores trataran de obtener el nombre de las dos restantes, las acusadas aseguraron conocerlas solo por sus apodos.
Aunque el carácter político de la actuación era evidente, el fiscal se negó a reconocerlo argumentando que la parodia de los ritos sagrados, unida al lugar donde se realizó la actuación, demostraba que el verdadero objetivo de las Pussy Riot era instigar el odio contra el cristianismo ortodoxo, la principal religión en Rusia. De ahí que la fiscalía hubiera calificado el delito de las punk como gamberrismo motivado por odio religioso y llegara a pedir tres años de cárcel. La jueza decidió imponer uno menos.
No obstante, la mayoría de los rusos se pronuncia contra esta sentencia. Así, según el último sondeo del centro Levada, el 65% aboga por la inmediata puesta en libertad de las acusadas, mientras que el 26% pide que sean condenadas.
Contra el veredicto de culpabilidad se han manifestado incluso influyentes popes de la Iglesia Ortodoxa, como Andréi Kuráyev.


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Pussy Riot vai às raízes do punk para fazer soar o alarme na Rússia

Condenadas por vandalismo, garotas ganham apoio de multidões que vão às ruas do país para pedir sua libertação

18 de agosto de 2012 | 7h 00
Bolívar Torres - Especial para o 'Estado'

Os movimentos de oposição, no entanto, não engoliram as acusações de blasfêmia. Denunciando um julgamento político, prova da ordem de repressão do sistema totalitário de Putin, alçaram as garotas a símbolo da nova juventude que contesta o governo russo. Multidões ganharam as ruas do país para pedir sua libertação, e figuras internacionais como Madonna, Sting, Bjork e Paul McCartney as apoiaram publicamente.
Três punks russas decidiram enfrentar Vladimir Putin. E vão pagar caro por isso. Depois de cinco meses de detenção, as integrantes do coletivo Pussy Riot, Nadezhda Tolokonnikova, 22; Maria Alekhina, 24; e Yekaterina Samutsevich, 29, foram condenadas a dois anos de reclusão, ontem, por “vandalismo e incitação ao ódio religioso” pelo tribunal de Moscou. Em fevereiro deste ano, elas haviam invadido uma catedral ortodoxa para entoar uma reza punk intitulada Virgem Maria Mãe de Deus - expulse Putin. A performance durou apenas um minuto, mas o dirigente, que acabara de voltar à presidência, mandou as jovens imediatamente para a cadeia, sem direito a fiança. “Usar palavrões na Igreja é um abuso a Deus”, justificou o promotor do caso. 
“Estamos bem com nós mesmas, mas isso não diminui o volume de nossa raiva”, afirmam as jovens, em uma entrevista por e-mail ao Estado intermediada por seus advogados um dia antes do veredito. “À medida em que o julgamento avançou, mais pessoas, incluindo as que trabalham na prisão, se convenceram da veracidade do nosso discurso. Essas pessoas veem agora como o regime de Putin é feio e falso.” 
Mas quem são essas garotas que desafiaram o homem mais poderoso do país fazendo punk rock, uma música que nasceu para derrubar sistemas? Nascido no seio da classe média urbana há apenas alguns meses, o Pussy Riot se apresentava nos lugares mais imprevisíveis: fosse no metrô, no teto da prisão onde Alexeï Navalny, político perseguido pelo regime, está encarcerado. No ápice da provocação, ocuparam a Praça Vermelha cantando “Putin caga nas calças!”. Adeptas de situações extremas, escondiam-se com máscaras balaclavas, permanecendo sempre anônimas, até serem presas. 
A inspiração do coletivo vem de movimentos dos anos 90, como Bikini Kill e Riot Grrrl, que promoviam uma imagem feminina não estereotipada em letras carregadas de política. As guitarras pesadas e acordes toscos, aliás, não enganam: o som obedece às regras do hardcore e do low-fi sujo. Música e street art se juntam a slogans provocativos. Um exemplo de “arte de oposição”, como explicou Nadezhda no tribunal.
Vale lembrar, no entanto, que Pussy Riot não é formado apenas por Nadezhda, Maria Alekhina e Yekaterina. Há pelo menos outras dez jovens (todas mulheres com média de 25 anos), que permanecem escondidas desde que o caso estourou. Duas delas, aliás, também participaram da performance na catedral, e ainda temem a Justiça. Mais do que proteção, o anonimato é também um ideal artístico para um coletivo que se considera indivisível e representativo. Cobrindo o rosto com uma balaclava, qualquer garota pode ser uma Pussy Riot e gritar sua raiva contra o regime. Como na Rússia atual, Putin e Igreja avançam de mãos dadas - a invasão à catedral teria sido apenas um passo lógico na atividade do grupo. 
“Não esperávamos um processo criminal, porque não cometemos nenhum crime”, dizem as garotas. “Mais do que tudo, não esperávamos que as autoridades fossem tão caricatas e estúpidas de nos perseguir, legitimando para a sociedade um grupo feminista anti-Putin.”
Ainda é impossível saber como a sociedade russa irá reagir ao veredito, se irá aumentar seus protestos ou se recolher com medo. O certo, no entanto, é que as garotas colocaram Putin numa sinuca de bico. Segundo o advogado delas, Mark Feygin, o caso dividiu a sociedade entre os conservadores e os progressistas, que preferem os valores democráticos ocidentais. “O obscurantismo não combina com o moderno estilo de vida das jovens gerações”, explica o advogado.
Feygin lembra que, desde que foram presas, o sentimento da sociedade em relação às garotas passou de “indiferença a simpatia”. “Espero que as pessoas que não nos compreendem possam ao menos nos perdoar”, declarou no tribunal a bela Nadezhda Tolokonnikova, considerada a “gênia diabólica” por trás do grupo.

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