6 de outubro de 2012


"Inaceptable!!"" , Jorge Werthein

Folha de S.Paulo.6/10/2012



Blogueira dissidente fica 30 horas detida em Cuba
Yoani Sánchez tentou acompanhar julgamento de espanhol acusado por morte
Após ser solta, ela agradeceu via Twitter seus apoiadores e disse que lhe negaram água e comida na prisão

Desmond Boylan - 9.fev.2011/Reuters
Yoani na sacada de sua casa em Havana, em foto de 2011
Yoani na sacada de sua casa em Havana, em foto de 2011
DAS AGÊNCIAS DE NOTÍCIAS
A blogueira dissidente cubana Yoani Sánchez e seu marido, Reinaldo Escobar, ficaram detidos por 30 horas em Cuba, após serem presos na cidade de Bayamo, 750 km a leste da capital, Havana. O governo não confirmou oficialmente a prisão.
A detenção de Yoani, 37, que escreve no perfil de Twitter @yoanisanchez e no blog Generación Y, críticos à ditadura, havia sido confirmada à agência Efe pelo psicólogo dissidente Guillermo Fariñas -ele mesmo detido anteontem, com mais 41 pessoas, e libertado no dia seguinte.
Às 21h locais (22h em Brasília), Sánchez informou pela sua conta no Twitter que já havia sido libertada e agradeceu àqueles que "levantaram suas vozes e seus tuítes" pedindo sua soltura. Ela também afirmou que durante as 30 horas de detenção não comeu, nem bebeu.
No final da tarde de ontem (horário brasileiro), meios pró-governo haviam divulgado a informação de que Yoani estava sendo levada de volta a Havana.
A blogueira viajara a Bayamo para acompanhar o julgamento do espanhol Ángel Carromero pelo acidente que matou Oswaldo Payá, 60, um dos mais célebres dissidentes cubanos, no dia 22 de julho.
Militante do PP, partido conservador que governa a Espanha, Carromero, 27, dirigia o carro que levava Payá e seu colega Harold Cepero, mortos na colisão com uma árvore. Acusado de guiar em alta velocidade, o espanhol está sendo julgado por homicídio culposo (sem intenção).
Segundo o blogueiro governista Yohandry Fontana, Yoani e seu marido foram presos porque planejavam transformar o julgamento de Carromero em um "show midiático". A acusação foi repetida pelo jornalista oficialista García Ginarte, que também falou em "provocação".
REPERCUSSÃO
Em nota, a SIP (Sociedade Interamericana de Imprensa) condenou a detenção da blogueira e pediu ao regime a libertação dela e de outros oposicionistas presos.
"Se as autoridades cubanas queriam minimizar a cobertura do julgamento, conseguiram o exato oposto com essa prisão arbitrária e de óbvio teor político", disse Gustavo Mohme, da Comissão de Liberdade de Imprensa e Informação da SIP, na nota.
A entidade ainda criticou as recentes prisões políticas na ilha, que ocorrem apesar das medidas de liberalização econômica do governo Raúl Castro. Mark Toner, porta-voz-adjunto do Departamento de Estado norte-americano, também se disse preocupado com a prisão de Yoani.


“Intentaron desnudarme. Me resistí y lo pagué”

La colaboradora de EL PAÍS en Cuba relata sus 30 horas detenida para impedirle cubrir el juicio

Yoani Sánchez en Cuba en una imagen de archivo. / JOSÉ GOITIA
Me quisieron impedir llegar al juicio a Ángel Carromero. Alrededor de las cinco de la tarde del 4 de octubre, un amplio operativo a las afueras de la ciudad de Bayamo detuvo el auto en que viajábamos mi esposo y yo, junto a un amigo. “Ustedes quieren boicotear al tribunal”, nos dijo un hombre vestido completamente de verdeolivo, para inmediatamenteproceder a detenernos. El operativo tenía las dimensiones de un arresto hecho contra una banda de narcotraficantes o de la captura de un prolijo asesino en serie. Pero en lugar de tan amenazantes personas, solo había tres individuos que deseaban participar de oyentes en un proceso judicial, asomarse al interior de la sala de un tribunal. Le habíamos creído al periódico Granma cuando publicó que el juicio era oral y público. Pero ya saben, Granma miente.
No obstante, al arrestarme, en realidad me estaban regalando experimentar periodísticamente el otro lado de la historia. Vivir en la piel de Ángel Carromero cómo se estructura la presión alrededor de un detenido. Saber en carne propia los intríngulis de un Departamento de Instrucción del Ministerio del Interior. Lo primero fueron tres mujeres uniformadas que me rodearon y me quitaron el móvil. Hasta allí era una situación confusa, agresiva, pero todavía no tenía visos de violencia. Después, esas mismas fornidas señoras me introdujeron en un cuarto e intentaron desnudarme. Pero hay una porción de uno mismo que nadie puede arrancarnos. No sé, quizás la última hoja de parra a la que nos aferramos cuando se vive bajo un sistema que lo sabe todo sobre nuestras vidas. En un mal y contradictorio verso quedaría como “podrás tener mi alma… mi cuerpo no”. Así que me resistí y pagué las consecuencias.
Después de ese momento de máxima tensión le llega el turno al policía "bueno”. Alguien que se me presenta diciendo que lleva el mismo apellido que yo –como si eso sirviera de algo- y que le gusta “dialogar”. Pero la trampa es tan conocida, se ha repetido tanto, que no caigo. Me imagino de inmediato a Carromero sometido a la misma tensión de amenaza y “buen talante”… difícil sobrellevar algo así por largo tiempo. En mi caso, recuerdo haber tomado aliento y después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”. Necesitaba una certeza y la reiteración me la daba. El estribillo me hacía sentirme fuerte frente a personas que han estudiado en la academia los diversos métodos para ablandar la voluntad humana. Una obsesión era todo lo que me urgía para enfrentarlos. Y me obsesioné.
Después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”
Por un rato parecía que había sido en vano mi insistente cantaleta, pero después de la una de la madrugada me permitieron hacer la llamada. Unas pocas frases con mi padre, a través de una línea evidentemente pinchada y ya todo quedaba dicho. Podía entonces entrar en la otra etapa de mi resistencia. La llamé “hibernación”, porque cuando se nombra algo es como sistematizarlo, creérselo. Me negué a comer, a beber cualquier líquido; me negué al examen médico de varios doctores que trajeron a revisarme. Me negué a colaborar con mis captores y se los dije. No podía despegar de mi mente el desvalimiento de Carromero en más de dos meses lidiando con aquellos lobos que alternaban con el papel de oveja.
Una buena parte del tiempo toda mi actividad la filmaba una cámara que un sudoroso paparazzi manejaba. No sé si algún día pondrán alguna de esas tomas en la televisión oficial, pero organicé mis ideas y mi voz para que no pudieran ser transmitidas menoscabando mis convicciones. O les mantienen el audio original con mi demanda, o tienen que repetir la chapuza de sobreponerle la voz de un locutor. Traté de hacerles lo más difícil posible la edición posterior de aquel material.
Solo hice un pedido en 30 horas de detención: necesito ir al baño. Yo estaría preparada para llevar la batalla hasta el final, pero mi vejiga no. Después me llevaron a un calabozo-suite. Había pasado horas en otro que tenía una rara mezcla de barrotes y cortinas, con un terrible calor. Así que llegar al salón más amplio, con televisor y varias sillas, que desembocaba en una habitación con una cama realmente apetecible fue un golpe muy bajo. Solo de mirar el estampado de las cortinas, tuve el presentimiento que era el mismo lugar donde habían hecho la primera grabación que circuló en Internet de las declaraciones de Ángel Carromero.
Aquello no era una habitación, era un set. Lo supe de inmediato. Así que me negué a acostarme sobre la sobrecama recién tendida y a poner mi cabeza sobre las tentadoras almohadas. Me fui a una silla en un rincón y me acurruqué. Dos mujeres vestidas de militar me vigilaban todo el tiempo. Yo estaba viviendo el deja vú de otro, el recuerdo del escenario en el que transcurrieron los primeros días de detención para Carromero. Ya lo sabía y era duro. Una dureza que no estaba en el golpe o en la tortura, sino en la convicción de que no se podía confiar en nada de lo que ocurría dentro de esas paredes. El agua podía no ser agua, la cama más bien parecía una trampa y el doctor solícito estaba más cerca del soplón que del galeno. Lo único que quedaba era sumergirse en los abismos del “yo”, cerrar las compuertas con el afuera y eso hice. La fase “hibernación” derivó en un letargo auto provocado. Ya no pronuncié una palabra más.
Para cuando me dijeron que me “iban a trasladar hacia La Habana”, me costó despegar los párpados y mi lengua parecía salirse de la boca por los efectos de la prolongada sed. Sin embargo, yo sentía que los había vencido. En un último gesto, uno de mis captores tendió su mano para ayudarme a subir al microbús donde también estaba mi esposo. “No acepto cortesía de represores”, lo fulminé. Y volví a tener un último pensamiento para el joven español que vio torcerse su vida aquel 22 de julio, que tuvo que bregar entre todos aquellos engaños.
Al llegar a casa supe de los otros detenidos y de que la propia familia de Oswaldo Payá no pudo entrar a la sala penal. También del pedido de siete años hecho por el fiscal contra Ángel Carromero y de la condición de “concluso para sentencia” en que quedó el juicio de este viernes. Lo mío era solo un tropezón, el gran drama sigue siendo la muerte de dos hombres y el encierro de otro.

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