23 de dezembro de 2012

España es el país europeo con mayores restricciones sobre venta de armas y munición



Un interventor detrás de cada pistola




Un trabajador de Arrieta pule la culata de una escopeta fina en el taller de Elgoibar (Guipuzkoa)
Armas en España es sinónimo de fiscalización, control, vigilancia, prohibición y, para algunos, intervención. España tiene la legislación más restrictiva de Europa para la compra y uso de armas y munición, según coinciden fabricantes, armeros y deportistas. Cuando se adquiere un arma, escopeta o rifle, el armero la envía a la Guardia Civil, y es allí donde el interventor la entrega al comprador y emite la guía de propiedad. Adquirir una caja de cartuchos del calibre 12, el más común en la caza menor, que practican un millón de aficionados, exige presentar el DNI y la licencia de armas. El armero está obligado a informar por escrito de la transacción a la poderosa y vigilante Intervención. Todo queda registrado. Nada parece escapar al control de la autoridad.
 “Tenemos un negocio intervenido por la Guardia Civil. ¿Por qué cree usted que se llama Intervención de Armas de la Guardia Civil? En Francia, Reino Unido, Italia o Portugal, uno compra un arma en una tienda, enseña su licencia y se la lleva a casa. Aquí no. Venimos de una Administración decimonónica”, se lamenta Agustín Alberdi, propietario de una armería de Barcelona con 107 años de historia y expresidente de la Asociación Europea de Armeros. Ángel Rivera, capitán de la Guardia Civil y responsable de la Intervención de Armas de la Comandancia de Madrid, afirma que el sistema español es la “envidia” de muchos países que acuden a “estudiar” nuestro modelo jurídico y práctico. “Veníamos de una dictadura en la que se controlaban las armas y durante la democracia hemos sufrido décadas de azote terrorista. Es una cuestión cultural a la que nos hemos acostumbrado”, explica.
¿Dónde está su arma? Cada cinco años, los propietarios de escopetas y rifles tienen que pasar la revista de armas en la Intervención de la Guardia Civil. Cada tres lo hacen los dueños de armas cortas, una exigua minoria. “Hacemos un rastreo constante de las armas. Queremos saber dónde están”, reconoce el oficial de la Guardia Civil. Una fiscalización y examen de los 3,8 millones de escopetas, rifles y pistolas censados en el país. España ocupa el puesto 25º de la lista mundial que encabeza EE UU.
El armero entrega el arma a la Guardia Civil y esta, al comprador. La licencia se puede perder por multas de tráfico
En la Intervención de la Guardia Civil se comprueba si el arma ha sufrido alguna modificación, si se guarda en el armero de seguridad que obliga la ley —los acorazados pesan 300 kilos, pueden costar hasta 6.000 euros y están anclados al suelo o la pared— o si el propietario tiene antecedentes penales que impiden la renovación de su licencia. “Aquí no hay barra libre. Te retiran la licencia por multas de exceso de velocidad, alcoholemia o cualquier supuesto delito que genere antecedentes policiales”, advierte Javier Agundo, de 37 años, vicepresidente de la Asociación Nacional del Arma de España. Solo en Galicia se han revocado 450 licencias por multas de tráfico.
En España no hay una cultura de autodefensa como en EE UU, donde la segunda enmienda de la Constitución de 1791 señala que cada ciudadano tiene derecho a poseer armas para su defensa y la de la propia carta constitucional. Menos de un 0,3% de la población puede portar en España un arma corta, incluyendo a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que cuando se retiran están obligados a devolverlas. Las licencias de arma corta para autodefensa se conceden con cuentagotas y hay que demostrar una amenaza real. Las treguas de ETA han provocado que se anulen varios centenares, según señala una fuente del Ministerio del Interior. “No habrá más de 2.500 en un país de 47 millones de habitantes, cada vez son más restrictivas”, asegura Luis Pérez de León, de 58 años, editor de la Revista Armas Internacional, un especialista que asegura vivir por y para las armas. “Las armas peligrosas no son las legales, sino las ilegales, las que manejan los traficantes, delincuentes o terroristas. Aquí la restricción es total y además tenemos otra cultura. Casos como el de Newtown serían impensables”. “El arma como autodefensa es muy residual en España. No tenemos cultura de arma en la mesilla”, afirma Rafael Fernández, responsable de Armas.es.
El arma como autodefensa es muy residual en España. No tenemos cultura de arma en la mesilla
El control sobre el arma corta es tan estricto que solo pueden adquirirse 100 balas al año y en depósito no puede acumularse más de 150. El reglamento permite comprar para los rifles 1.000 cartuchos al año y no tener en depósito más de 200. “Hay poquísimas licencias de arma para defensa. En Madrid, varios cientos”, ratifica Rivera, el oficial interventor de la Guardia Civil. En contraposición, en algunos Estados de EE UU los ciudadanos pueden llevar la pistola o el revólver colgado del cinto, siempre a la vista, y en Alemania cada cazador tiene derecho a dos armas cortas de calibre no inferior al 38 especial para protegerse del ataque de algunas especies. El país más permisivo de Europa es Suiza. Al terminar el servicio militar, el ciudadano se lleva a su casa el arma y la munición. “Es otra cultura. Cuando los suizos construían una ciudad, lo primero que levantaban era la iglesia y el campo de tiro”, explica Pérez de León.
El boyante sector español del arma corta se ha esfumado. Las empresas Astra, en Gernika (Bizkaia); Llama Gabilondo, en Vitoria, y Star, en Eibar (Gipuzkoa), han cerrado pese al esfuerzo de sus trabajadores. Fabrinor, una sociedad anónima laboral (SAL) constituida por 60 antiguos trabajadores de Llama, tampoco logró sobrevivir. Marta Gómez, gerente de la Asociación de Armeros que agrupa a 40 empresas, explica su desaparición en la inexistencia de un mercado civil, la falta de apoyo institucional y la caída de las exportaciones. Solo subsisten pequeños talleres de escopetas finas de caza en el País Vasco y Cataluña. Compañías dirigidas por artesanos tradicionales como Aya (Aguirre y Aranzábal), Arrieta, Kemen, Garbi o SPS. “Fabricamos 250 escopetas que van de 21.000 a 35.000 euros”, explica Iker Merino, director de Arrieta en Elgoibar. Aya terminará el año con 300 unidades. “Exportamos el 95% a EE UU y Reino Unido”, apunta una responsable de esta empresa.
“Tenemos la ley más restrictiva de Europa. Un cazador no puede tener más de seis escopetas aunque pueda comprar más, los exámenes para obtener las licencias son únicos en la UE, hay que pasar la revista de las armas. El control es total. Estamos a la cabeza en restricciones y eso no deja desarrollar el comercio”, se queja Gómez. Japón supera a España y se cataloga como el país más estricto del planeta.

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