30 de setembro de 2016

Es hora de promover un aprendizaje gratificante

Clarin, 30/09/2016

Hay un solo camino, la educación. Opinión
Por Guillermina Tiramonti. Investigadora de FLACSO y profesora de la UNLP.

El modelo disciplinar de las escuelas resulta de su propuesta pedagógica, o sea, de cómo organizan el proceso de enseñanza aprendizaje y qué roles definen para el alumno y para el docente.
La escuela tradicional, la que se instituyó en el siglo XIX y que marcó a fuego el sentido común de cómo debe ser una escuela, pensó al conocimiento como un conjunto de contenidos que debían ser incorporados por los alumnos, a medida que el docente los iba exponiendo en el frente de la clase, siempre con el auxilio de gráficos, mapas o cuadros.
Aquí los alumnos tienen un rol pasivo: solo deben prestar atención en silencio para registrar lo más fielmente posible aquello que se dice o se exhibe en el frente de la clase.
En las versiones más contemporáneas de esta escuela tradicional hay videos, proyecciones, intercambios entre alumnos y docentes, y trabajos grupales en los que los alumnos deben contestar una serie de preguntas buscando las respuestas en el manual de la materia de que se trate.
Niños y jóvenes, inmersos en el estimulante intercambio que les permiten las nuevas tecnologías, acostumbrados a la simultaneidad y la velocidad de los contactos, al ir venir de textos e imágenes, a la continua e interrumpida provocación de intervenir en el tránsito virtual; deben recortar diariamente una parte de su jornada, para escuchar una serie de clases en las que se les transmite una información que se puede encontrar en Internet o hacer como que se investiga compatibilizando preguntas y respuestas en un manual de clase.
A la compulsión de la quietud, a la obligada atención a lo carente de sentido e interés, le corresponden tumultuosos recreos en los que los alumnos se desahogan de tanta presión.
Hay, claro, otras propuestas pedagógicas, centradas en la creatividad y productividad de los alumnos, quienes allí investigan, resuelven problemas, inventan y construyen hipótesis que ponen a prueba conjuntamente con sus compañeros y docentes.
La disciplina, entonces, es otra.
No se espera el silencio sino el ruido del intercambio y del trabajo compartido. El movimiento que exige el desplazamiento para la consulta y el trabajo.
Aquí el recreo es un momento de descanso o de juego, no de desahogo.
Este modelo ya está presente en numerosas experiencias: en nuestro país, en la región y en muchas otras latitudes donde la tarea escolar se estructura en base a la asociación entre aprendizaje y gratificación, a la inversa de la asociación clásica entre enseñanza y sacrificio.

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